Toques de sirena que limitan los horarios de permanencia en
las calles, propaladoras móviles que deambulan por los barrios con sus
¨recomendaciones¨, libertades restringidas más de lo que ya estaban, prohibición de reuniones y cierre de locales.
Detenciones aquí y allá por no cumplir la cuarentena dispuesta por el gobierno nacional que constituye delito. La
vida que llevábamos ha cambiado rotundamente. Por momentos pareciera que
estamos atrapadxs en alguna película de Stanley Kubrik, en la guerra de los mundos
de Orson Wells o en la premonitoria obra 1984 de George Orwell. Todo sea para
contener una pandemia que se esparce como reguero de pólvora. ¡Y no es nada
fácil acostumbrarse!
En los medios masivos hay un bombardeo permanente de ¨cobertura¨,
un verdadero monotema. Y sin negarle gravedad al asunto es imposible dejar de
ver como frente al miedo y la paranoia que nos meten afloran las actitudes mas
mezquinas de quienes como nosotrxs nos acompañan en el infortunio. Es sabido de
larga data que el miedo nos vuelve conservadorxs, egoístas. Se deja de reconocer
la otredad para incorporar la mirada policial en la fila de un supermercado por
ejemplo, ya que ahora todxs somos un potencial peligro, e incluso se señala o
denuncia a quienes no cumplan la cuarentena. La moralidad hipócrita de algunxs
se vuelve insoportable pregonando valores de unidad (nacional) o falsa
solidaridad que descubrieron hace quince minutos, animada naturalmente por la
propaganda del Estado que se debate pendularmente entre el paternalismo riguroso
y la complacencia altruista.
La realidad es distópica y mientras no paramos de hablar del
coronavirus se nos escapan infinidad de cosas que han dado señales de que esto
no es lo que parece. Básicamente porque a este sistema se le ven los hilos, tanto
que ya no podemos creer nada de lo que sucede.
Cuando los mandatarios de los Estados afirman que estamos en
guerra no se refieren al combate del virus que hoy se expande por el mundo, la
guerra que llevan a cabo es comercial. China es hoy una potencia que amenaza
con apropiarse de buena parte de la industria Estadounidense y lo hace mediante
estos métodos que no escatiman en saldos de muertos. El capitalismo sigue
vigente por más que hasta hace unos días en diferentes regiones los pueblos se
levantaban poniendo en práctica verdaderas transformaciones culturales, hoy pausadas
por el no casual ¨quédate en casa¨. Y mientras una parte de la población le
canta loas al gobierno por la ¨eficiencia¨ desempeñada en estos días hacen
silencio ante el brutal ninguneo u ocultamiento que realiza con la prensa sobre
diversos temas que siguen aconteciendo, desde femicidios hasta motines en
cárceles donde se registran varios muertos. Hay que decir alto y claro que si
el sistema es una maquinaria, lxs alcahuetes son sus engranajes, nunca lo
olvidemos.
No está demás decir también, hoy 24 de marzo, que siguen los intentos
denodados por reconciliarnos con las fuerzas militares y por supuesto que no es
casual el refresh institucional del ejército con la excusa de la lucha contra la
pandemia, ya que al parecer los militares de ahora no son lo mismo que los de
la dictadura, o al menos eso dijo hace muy poco
el presidente palabras más, palabras menos.
Y a modo de cierre quisiera concluir advirtiendo cuan
necesario se hace tener un ojo cada vez mas afilado para entrever los mecanismos
que emplean los poderes fácticos y a la que nos someten en esta lucha de clases
que no cesa al punto que nos nublan la razón tomándonos siempre desprevenidxs y
carentes de proyectualidad revolucionaria.
El virus mundial sigue siendo el capitalismo, detener su
avance y transformar la realidad una obligación moral.
Cristian A. Boletín Disidencia